lunes, 5 de abril de 2010

Camino de Santiago – D8 Hospital de Órbigo-Astorga

Ha sido una etapa corta (16 km), pero necesaria para volver más adelante a la etapa que se ha saltado. Además ha sido imposible quedar por el camino. En principio iba a ir yo hasta Astorga, buscar alojamiento y luego ir a comer juntos al pueblo que está justo antes. Pero Astorga estaba llena de procesiones y casi todas las calles estaban cortadas. Y he encontrado sitio en una pensión (Pensión García, por 30€ en baño compartido) que estaba a 20 metros de donde había aparcado. Además la pensión estaba en el mismo centro (dentro de la muralla) de la ciudad.

De todas formas he intentado ir a comer con Bea andando con Aroa los 3 km y pico que había hasta el pueblo. Lo malo es que Aroa estaba un poco molesta (quería libertad y estar en el suelo un rato) y había en el cielo unas nubes muy malas. Por lo que me di la vuelta después de caminar un rato y así esperar a Bea en Astorga.

Me fui a la oficina de turismo a preguntar qué podíamos ver. Estaba todo llenísimo de gente, un montón de turistas (como nosotros) visitando la ciudad. La verdad es que es un sitio muy bonito para visitar, muy arreglado todo. Y la catedral y el palacio episcopal (de Gaudí) son preciosos.

Cuando llegó Bea, después de sellar en el albergue, fuimos directos a la pensión a que se duchara para irnos luego a dar un homenaje: comer un cocido maragato. Es un cocido curiosos porque se comen primero las carnes (7 tipos distintos), después los garbanzos y la verdura (la berza) y por último la sopa y un postre de natillas y bizcocho. Acabamos reventados de tanto comer. Incluso Aroa se puso las botas a base de carne, garbanzos y sopa; tanto que se quedó dormida enseguida.

Y con la panza llena estuvimos viendo la ciudad. Y también vimos la procesión, que tenía el punto álgido en el desenclavo que se celebraba en la plaza mayor. Fue impresionante porque estaba toda la plaza a rebosar de gente. Y casi todos los de Astorga participaban en la procesión, porque había cientos de personas.

Por la noche casi no cenamos (Bea se tomó una torrija y yo nada) porque estábamos todavía inflados con el cocido. ¡Ah! Y probamos la limonada casera, que es una especie de tinto de verano (¡con las ganas que teníamos de una limonada normal y corriente...!).

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